Sarkozy y la educación
Dra. Lastenia Ma. Bonilla S.
Directora Fundación Víctor García Hoz
Directora Fundación Víctor García Hoz
Por las ‘casualidades’ de la vida, llegó a mis manos un comentario al discurso que dio el presidente de la República de Francia a los educadores, cuando, el pasado setiembre, se inició el año lectivo en ese país.
Me impresiona la claridad que tiene Sarkozy sobre la situación actual de la educación en su país, y me impresiona también seguir observando que esa situación que él describe de alguna manera está ‘globalizada’; es decir, sus palabras pueden ser aplicadas, si no a todos los países del mundo, sí a muchos de ellos, incluido Costa Rica.
Una primera idea: “Por una especie de reacción pendular, desde hace unos decenios, en vez del saber, ahora en el centro de la educación se coloca la personalidad del niño.
Otorgar más importancia a lo que el niño tiene como particular y propio, aquello por lo que se manifiesta su individualidad, su carácter, su psicología, resulta algo necesario, saludable. (...) Pero al valorar de manera excesiva lo espontáneo, de tanto tenerle miedo a dañar la personalidad, al no ver la educación sino a través del prisma de la psicología, se cayó en el extremo contrario. Se dejó de lado la transmisión.” La transmisión tanto de conocimientos como de virtudes, valores y cultura básica general, como, por ejemplo, conocer los grandes compositores de la historia, los pintores, las vidas de grandes humanistas, etc.
Siempre la educación ha sido difícil, porque la correcta educación se halla en un punto medio y los humanos muchas veces nos movemos de un extremo al otro. Recordemos la frase tan conocida: el niño es bueno, la sociedad lo corrompe; por lo tanto, hay que dejarlo hacer, dejarlo que ‘espontáneamente’ llegue a alcanzar la máxima educación. ¿Es posible esto? Se demostró que no. Se eliminó la posibilidad de demostrarle al niño que no todos los comportamientos son adecuados dentro de la sociedad y, por eso, en la actualidad sufrimos una agresividad incontrolable dentro de algunas instituciones educativas.
Virtud del esfuerzo. Se desvalorizó la virtud del ‘esfuerzo’; y ahora muchos pretenden ganar el año sin dedicar horas al estudio serio. “La educación le debe inculcar al joven el gusto por el esfuerzo; hacerle descubrir como una recompensa la alegría de comprender, después de un largo trabajo pensando”.
Se desvalorizó la virtud del respeto y ahora el niño le grita, le exige, le impone al adulto; o lo que es peor, el adulto viola su responsabilidad, para satisfacer un deseo ‘espontáneo’; o se rompen la regla de no comer en clase, por el simple hecho de tener hambre. “El respeto, justamente, debería dar fundamento a toda la educación”.
Se desvalorizó la virtud de la honestidad, y ahora fácilmente se copia un trabajo, un examen, etc. No se conoce la palabra plagio. Se desvalorizó la virtud de la fidelidad, y los secretos contados a un amigo ya no se reservan, son vox populi ; no se diga nada de la palabra dada frente a un altar –es decir, frente a Dios–, con el fin de permanecer juntos en las buenas y las malas: esto son voces del pasado y de un pasado que ya se va viendo muy lejano.
Ahora, a los jóvenes no se les puede enseñar cómo ‘vestirse’ adecuadamente para ir a un centro educativo, a una reunión familiar, a una celebración académica. Se dice: ‘el quiere vestirse así, que lo haga’. Esto lleva consigo que, muchas veces, no es posible conseguir la solemnidad de un acto importante; por ejemplo: el graduado llega a la celebración con un jeans roto en varias partes. Algunos dicen: el hábito no hace al monje, y es cierto, pero esto no quiere decir que es conveniente que el monje ande sin hábito; ya se ha demostrado lo peligroso de esta costumbre, pues a algunos monjes no se les ha reconocido como tal por andar de laicos y, al final, han perdido su vocación religiosa.
Esta misma idea vuelve a enfatizarla Sarkozy en otro párrafo, con una síntesis muy acertada: “Sin duda, en la educación había cultura en exceso y no suficientemente natura. Ahora, quién sabe si no hay exceso de natura y demasiado poco de cultura. Antes se valoraba en demasía la transmisión del saber y de los valores. En cambio, ahora no se le da suficiente peso”.
Esto es una realidad constatada día a día por todos. Baste un ejemplo: en una sesión de un curso de maestría que daba a futuros docentes, hablé de Picasso, Rembrandt, Beethoven, Miguel Ángel..., y cual fue mi sorpresa al mirar caras de desconcierto. No sabían quiénes eran: ¿cómo van a transmitir cultura quien no posee estos conocimientos? Con esto no quiero generalizar, ni infravalorar a los docentes, sino más bien hacer pensar.
Segunda idea: Estos planteamientos sociales de no dañar la ‘personalidad del niño’ con el comportamiento del adulto, ¿en qué concluyeron? Lo dice el mismo Sarkozy: “Con lo anterior se resquebrajó la autoridad de los maestros. También la de los padres y de las mismas instituciones”. Estoy realizando una investigación que me exige entrevistar a varios docentes del sistema público, y corroboro esa aseveración. Ahora bien, pienso que cualquier padre de familia también lo evidencia constantemente, ya sea con sus hijos, ya sea con los hijos de sus amigos. Por ejemplo, un director de un liceo capitalino dice a los alumnos que entren a las aulas, y ¿quién entra? Un 30-40%, los otros permanecen afuera, y toman dos posturas: o darse la vuelta para no oírlo ni verlo, o decirle: no quiero entrar, o estoy cansado. Un profesor de una institución me cuenta que llama a los padres para comunicarles el mal comportamiento de su hijo y para que firmen la boleta, y ellos no vienen, no les interesa que sus hijos pasen de año, porque si pasan en pocos años salen graduados de la institución y no reciben la beca que les da el Gobierno. ¿Es esto educar?
Tercera idea: otra consecuencia de todo esto es el fracaso escolar que “llegó a proporciones que ya no resultan aceptables”. En Costa Rica, estamos hablando de un 70- 75% de los jóvenes, que hoy se encuentran fuera del sistema educativo. Algunas veces me permito decir que no entiendo cómo las personas que están en los puestos jerárquicos más altos del Ministerio de Educación pueden dormir, sabiendo que la sociedad costarricense se desgrana día a día, la ignorancia aumenta, y por lo tanto la pobreza se agiganta. Nuestra sociedad en pocos años será una sociedad con mayoría de analfabetos. ¿Seremos competitivos? ¿Tendremos personas capacitadas para laborar en las grandes empresas multinacionales? ¿Tendremos poder adquisitivo? En palabras de Sarkozy: “Aumentó la desigualdad ante el saber y la cultura, allí mismo donde la sociedad del conocimiento imponía por doquier su lógica, sus criterios y sus exigencias. De allí que bajaron las posibilidades de promoción social de los niños cuyas familias no podían transmitir lo que la escuela ya no transmitía”.
Cuarta idea: Al vislumbrar esta realidad, se podría entrar en un pesimismo, pero esta no es la mejor opción, sino que debemos crecernos ante las dificultades y seguir el consejo de Sarkozy: “Educar es difícil. Para lograr la meta, no es raro que haya que volver a empezar. No cabe desanimarse. No cabe tener miedo a insistir. En cada niño brota un potencial que ansía ser explotado.”
Hace algún tiempo escribí un artículo en este mismo periódico y lo titulé “No más parches”. Sigo insistiendo en lo mismo; hay que ir a las raíces, no poner curitas ocultando la herida, sino abrir la herida, sacar el pus y limpiar, limpiar, y empezar a construir de nuevo. Invito al Presidente de la República de Costa Rica y al Ministro de Educación a leer este ejemplar discurso, y, entre todos, refundemos la educación costarricense. O mejor dicho por Sarkozy: “Llegó el tiempo de volver a fundar. Los invito a esta nueva fundación. La empujaremos juntos. Ya nos está cogiendo tarde”.
Principios existenciales en educación
Dra. Lastenia Ma. Bonilla S.
Directora Fundación Víctor García Hoz
“No se educa a un niño dejándolo hacer lo que le viene en gana” (Sarkozy)
Los pensamientos de Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, en su carta a los educadores –que comenté el domingo pasado en esta sección– sigue permitiéndonos profundizar más en los principios esenciales que deben regir tanto la educación como la sociedad. Me refiero a dos ideas básicas.
Primera idea: “Porque queremos y respetamos a nuestros niños, tenemos el deber de enseñarles a ser exigentes con ellos mismos. Tenemos el deber de enseñarles que no todo vale igual, que toda civilización descansa sobre una jerarquía de valores, que el alumno no es igual al profesor. Tenemos el deber de enseñarles que nadie puede vivir sin límites y que no puede haber libertad sin reglas. ¿Qué clase de educadores seríamos si no les enseñáramos a nuestros niños a establecer la diferencia entre el bien y el mal, entre lo lícito y lo que queda prohibido?”. Esto es preparar ciudadanos libres, no libertinos. Esto es educar.
Pero los primeros que deben definir claramente la diferencia entre el bien y el mal son los padres y los que laboran en el MEP o, mejor dicho, todo adulto: desde el Ministro de Educación, los asesores, los supervisores, los directores de las instituciones, los docentes, los conserjes, las secretarias; desde el padre de familia de preescolar hasta el de 11.º año.
Una docente me comentaba: “Una vez le dije a una alumna de sexto que debía tener una falda un poco más larga y cerrarse los botones de la blusa, y me respondió que solo observara a otra docente, compañera mía”. Razón tenía. Un director me dijo que no podía exigir puntualidad a algunos docentes porque una vez le solicitaron una definición exacta de puntualidad. La pidió al MEP y esta nunca llegó. La discusión era si debía llegar a la hora exacta o diez minutos antes o había algún margen posterior.
Hasta las raíces. Hay que llegar a las raíces, hay que volver a la antropología filosófica, hay que replantearse: ¿quién es el ser humano?, ¿qué es el amor?, ¿qué es la libertad?, ¿dónde radica la felicidad? No olvidemos que Bush y Castro hablan de libertad, pero su concepto difiere notoriamente. En un estudio comparativo que realicé con base en los libros de Friedman, liberal, economista y premio Nobel, sus palabras hablan de una libertad absoluta cuando se refiere a la persona sobre sí misma. Nosotros, en el bien y el mal, incluimos una limitante: el mal no se puede hacer porque destruye a la persona y, por lo tanto, ese acto no debe ser elegible. Por ejemplo, no estudiar, drogarse, falsificar, mentir…
“La sensación de impunidad representa un desastre para el niño, que pone a prueba los límites que le impone el mundo de los adultos. No se educa a un niño dejándolo creer que puede hacer lo que le venga en gana, que solo tiene derechos y ningún deber”. Yo hablaría, más bien, de los límites que le impone su condición de persona. No es malo el drogarse porque un adulto se lo diga, sino que es malo porque destruye las funciones propias del ser humano: pensar, ser libre, etc. Es importante, muy importante, clarificar los términos.
Debemos preguntarnos: “¿Qué queremos que lleguen a ser nuestros niños?”, y Sarkozy nos da la respuesta: “Hombres y mujeres libres, con asombro por lo bello y lo grande, que tengan corazón y espíritu, capaces de amar, de pensar por su cuenta, de ir al encuentro del otro, de abrirse hacia los otros, capaces también de forjarse en un oficio y de vivir de su trabajo”. Y en otro lugar: “Recompensar el mérito, sancionar el error, cultivar la admiración de lo que es bueno, de lo que es justo, de lo bello, de lo grande, de lo verdadero, de lo profundo, y el menosprecio a lo malo, lo injusto, lo feo, lo pequeño, lo mentiroso, lo superficial, lo mediocre. Así es como el educador sirve al educando del que es responsable, y como mejor expresa el amor y el respeto que le tiene”. Es decir: “Nuestros jóvenes necesitan más humanismo y más ciencias. En esos dos campos, ya hemos cedido demasiado”.
Segunda idea. “Si, por encima de todo, quiero que la escuela siga laica es porque, desde mi punto de vista, lo laico constituye un principio de respeto mutuo y que abre un espacio de diálogo y de paz entre las religiones, pues representa el medio más seguro para luchar contra la tentación del encierro religioso (...). Sin embargo, me asiste la convicción de que no se debe dejar el hecho religioso en la puerta de la escuela. La génesis de las grandes religiones, sus visiones de mundo y del hombre se han de estudiar, por supuesto que no bajo cualquier perspectiva de proselitismo, tampoco desde un enfoque teológico, sino desde un análisis sociológico, cultural, histórico, que permita comprender mejor la naturaleza del hecho religioso. Lo espiritual, lo sagrado, desde siempre han acompañado la aventura humana” .
El concepto de “laico” que aquí parece dibujarse es un término que promueve el respeto a la diversidad de creencias o de religiones, no como es utilizado por algunas personas, en el sentido de rechazo absoluto a toda idea o comportamiento religioso. En la historia universal siempre ha habido, y sigue habiendo, manifestaciones religiosas pues el ser humano es un ser creyente. Algunas de las manifestaciones religiosas han cambiado el rumbo de la misma historia, como también lo han hecho líderes antirreligiosos, solo que en sentido contrario.
Profundidad en las convicciones. Las religiones en general promueven la paz, la concordia y el respeto al otro. Si promoviéramos más la vivencia de las enseñanzas religiosas, tendríamos una mejor sociedad. La religión no promueve la mentira, el odio, la injusticia, la intolerancia... Si alguna religión pretendiera eso, no sería verdadera religión pues todas ellas, por el simple hecho de ser una búsqueda o encuentro con la divinidad, no puede pretender otra cosa que la misma perfección, ya que Dios es perfecto.
Solo hay un punto que no comparto de las palabras de Sarkozy. Mi experiencia educativa me lleva a promover el estudio de la religión desde un enfoque teológico pues, si lo hacemos desde un análisis sociológico, no estaremos aprendiendo religión sino sociología. La persona actual requiere profundidad en sus convicciones y las tendrá cuando profundice científicamente en su propia religión, sea cual sea. Ahora bien, un estudioso de la religión no tiene por qué ser fanático ni intolerante, sino todo lo contrario.
(Termino invitando a todos a leer la carta a los educadores de Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, y a reflexionar sobre sus palabras. Si alguien desea obtenerla o desea participar en la mesa redonda que organizaremos, puede escribirme a vigahoz@racsa.co.cr).
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