Gracias a sus méritos, Newton fue nombrado miembro del Parlamento por la reina Ana. Después, pasaron los meses, y Sir Isaac no hablaba ante los lores. Parecía que la manzana de una idea no caía sobre su talento y que nombrarlo había sido una broma de Su Graciosa Majestad. Empero, una tarde desapacible, de bruma y lluvias, el admirado genio pidió la palabra, sin duda para eternizar un discurso demosteneciceroniano que remecería las columnas de la Historia:
–Señoría: pido que cierren esa ventana pues entra un viento frío.
Como parlamentario, Sir Isaac fue un hombre de pocas sílabas, lo que aún debe agradecerse. Abundan más los otros, los vacuos y excesivos: los oradores de la política que tienen mucho que decir, pero no se encuentran con el lenguaje.
Cierta vez, un Quintiliano de entrecasa sostuvo en un Parlamento: “Quiero denunciar a quienes, de una puñalada por la espalda, hundieron el barco de la nación”. Esta sentencia prueba que debería usarse más el silencio. Si uno podara el arbolito de la elocuencia parlamentaria, acabaría tallando un loro.
Sir Isaac Newton pasó sus últimos años alejado de la ciencia; los dedicó a estudios de teología y, como funcionario, a ahorcar a falsificadores que habían pretendido hacer pasar por oro metales que, en secreto, Sir Isaac trataba de convertir en oro: ironías de la alquimia.
Cuesta pensar que un hombre tan genial cultivase la alquimia, el obscuro “gran arte”; pero la ciencia, como la vida, nos da sorpresas.
Afecto a las sombras de la alquimia fue también el gran Johannes Kepler, quien puso realismo en las órbitas circulares de Copérnico y las volvió elípticas (así siguen hasta hoy). El mismo Copérnico, genial y religioso, cita ingenuamente al falaz Hermes Trismegisto (santón mítico de los alquimistas) en su célebre libro sobre las órbitas celestes, de 1543. Cincuenta años más tarde, Sir Francis Bacon (padre del método científico experimental) aún dudaba del heliocentrismo; tal vez haya pensado: “No le creo al tal Copérnico pues, si la Tierra girase alrededor del Sol, ya se sabría”.
Ciencia, mitos, dudas... Como cualquiera, los científicos también dirían: “No somos ángeles”.
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El Científico inglés Isaac Newton (1643-1727)
Tomado de Áncora, La Nación (Costa Rica) Domingo 9 de noviembre de 2008
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